martes, 3 de julio de 2007

V da Vendetta

Mi nariz no quiere más orificios. Que no, que no, me dice; y yo erre que erre.

Hace cinco años me hice mi primer piercing en la nariz. Me acompañó durante varios meses, los suficientes para que cicatrizara bien y pudiera ponerme lo que quería llevar en realidad: un arito de plata. Todo iba viento en popa entre mi arito y yo, teníamos una relación basada en el cariño y el respeto mutuo que parecía que fuera a durar para siempre. Hasta que, en verano, recorriendo el norte de Italia, pasamos unos días en la Toscana. Qué bonita es la Toscana, con sus pueblecitos, sus valles, sus castillos... Uno de esos días nuestra Lonely Planet nos obligó a visitar Saturnia. Oh, dio mio. Por la carretera serpenteante, subiendo y bajando colinas doradas salpicadas de romero y genista, cantando Mediterráneo a pleno pulmón ahora sí y ahora también, y de repente, al girar una curva,
apareció. Oh. Y supongo que el olor a huevo podrido debería haberme dado una pista, pero no fue así. Nos sumergimos en una de las bañeras naturales, con aquel agua tan caliente, en el paraíso. Recostada en la roca suave, levanté mi pierna derecha, tapando el sol con mi pie, tal era mi nivel de relax. Pero al verme el tobillo, maldición, comprobé horrorizada que mi pulsera de plata estaba totalmente oxidada. El piercing del ombligo estaba a salvo, era acero quirúrgico. Me quedé tranquila; hasta que pasado un rato empecé a notar un dolorcillo en la nariz. ¿Qué otra cosa sino el sulfuro podía caldear el agua de aquella manera? Por miedo a la cangrena, no aguanté, y para cuando volvimos a Florencia ya era demasiado tarde; aquello estaba cerrado a cal y canto. Nuestro idilio había llegado a su fin.

Hace unos seis meses lo volví a intentar. En el mismo sitio. Yo creo que esta vez él ya iba con la mosca detrás de la oreja, no se fiaba de mí después de cómo me porté la última vez. Así que al cuarto día me abandonó. Me desperté por la mañana y ahí estaba, en la almohada, junto a mí, tapadito hasta el cuello con la sábana y mirándome con ojillos maliciosos. En esta ocasión no hubo nada que hacer, estaba demasiado tierno y durante su ausencia se había formado una trinchera de defensa infranqueable.

Pero yo no cejo en mi empeño, bah, pues menuda. Hace una semana y media, estando de compras por el centro, pasé por delante del estudio y una fuerza succionadora me atrajo hacia dentro. Y allí estaba yo otra vez; yo, que me mareo cuando me sacan sangre; yo, que una vez me desmayé literalmente en la consulta del veterinario; yo, de nuevo tumbada en la camilla, hablando como una cotorra con el chico cubierto de tinta de arriba a abajo; yo, otra vez soltando esa inevitable lagrimilla que cae por el lado por el que te agujerean, los ojos cerrados, la sábana de la camilla hecha un higo entre mis manos.

Una semana y media. Esta mañana, lavándome la cara, con los ojos llenos de jabón, lo he notado en la palma. No puede ser, no puede ser, decía yo. Jejejeje... Jajajaja... decía él. Pero esta vez no me ha pillado desprevenida. Me he aclarado los ojos, he ido corriendo hasta mi habitación de soltera y he empezado a vaciar sobre la cama cajas metálicas y de madera que guardaban antiguos tesoros, hasta que he dado con un pendiente de oreja. Y lo he insertado sin miramientos, produciendo una ligera supuración. Un chorro de suero fisiológico, y arrea. Já. Si nos vamos a poner chulitos, veremos quién gana.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Con persistencia vencerás. Y a la tercera...

Anónimo dijo...

Aus, que alguien me acerque el tarro de sales.
Sí que te tiene que apetecer el piercing para pasar por todo eso.

Anónimo dijo...

Así me gusta, con dos cojones. Yo una vez me puse así de chulito con mi oreja y mi empeño en provocarle una dilatación. Y mira por donde, cuando ya no entraba mas aquel cuerno una amiga le dijo a mi orjea, que no? mira si entra, y claro, lo hizo entrar. Pero a las 2 horas yo rabiaba, así que saqué el cuerno del orificio y la oreja apareció rajada sangrando. Hasta ahí, mi momento dilatado...

Mrs. Sarmiento dijo...

lanueva, ¡lanueva! ¡La hija pródiga ha vuelto! Qué alegría, y qué alboroto también.
Gracias por tus ánimos chica. Estoy elaborando un plan. Je.

ohne, si es que todo es cuestión de prioridades, chica. Ya ves tú, con lo pánfila que yo soy.

trape, ya sabes que soy una tipa dura. De todas formas, lo tuyo es mucho más gore, dónde va a parar. Yo no la tengo ni irritada siquiera. ¿Tienes señal? No me he fijado...

Anónimo dijo...

Sigo llevando agujero en las dos orejas y de vez en cuando me pongo pendientes... señal no quedó porque lo quité al rato y cerro, tengo agujero normal...

señal me quedó en la ceja, pero como queda bien, pues no me quejo, jajajaja...

Anónimo dijo...

Desde luego no esperaba ese recibimiento, totalmente inmerecido, pero gracias. La hija pródiga dice, jajaja. Si ya lo decía yo, estás fatal ;)

Mrs. Sarmiento dijo...

Tener agujero normal siempre es algo de agradecer, sí señor.
Y sí que os quedan bien a los chicos las cicatrices en las cejas, sí. A lo Dylan, je.

Mrs. Sarmiento dijo...

lanueva, que nos hemos cruzado. ¿No lo esperabas? Pero si yo siempre te he tratado como a una reina! Reina de la morería!

Anónimo dijo...

Es cierto, no me puedo quejar. Gracias.

nadadora dijo...

Pero si el de la nariz ni se nota, que me lo han dicho, "la sábana de la camilla hecha un higo entre mis manos", jojojo. Doble mérito tienes, que no te lo quito. Yo estoy con la duda metafísica de si hacerme otro tatuaje ahora mismo o esperar.

Mrs. Sarmiento dijo...

lanueva, *)

nada, a ver, a ver... listilla, je. El piercing de la nariz duele que te cagas. Yo del del ombligo ni me enteré, por ejemplo. De hecho, el chico que me lo hizo esta última vez, al avisarle yo de que era muy quejica, me dijo "no, no. Es que el de la nariz duele un huevo". Y él llevaba hasta bolas metálicas debajo de la piel de la frente y de los brazos, amén de 5000 piercings... Aish. ¡Que soy una tipa dura, jo!
Cuando te hagas el tatu no podrás ir a la playa ni que te dé el sol, ¿no? Pues espera a mediados/finales de agosto, mujer... :p

nadadora dijo...

Vale, vale, eres una tipa dura.

Jajaja, que perra, pretendes desactivar mi maquiavélico plan para arrastrarte a la playa y reconciliarte con el Atlántico. Que te crees que me la vas a dar.

Mrs. Sarmiento dijo...

Así me gusta.

Pero si es que lo nuestro es un amor imposible, nada. El del atlántico y yo, quiero decir. Tenemos posturas irreconciliables sobre lo que se puede y no se puede tener en el fondo. Que conste que lo hemos hablado, eh. :F

Anónimo dijo...

Os ruego que seáis un poco menos descriptivos en este tipo de posts. Soy un espíritu sensible y no puedo andar desmayándome cada dos por tres :-P
Nada, le vamos a tener que enmoquetar la playa a la niña, tú ve pidiendo presupuesto que yo voy mañana a pedir la licencia a medio ambiente.

Mrs. Sarmiento dijo...

Eheheheheheh... ¡no confabuléis contra mí! ¡Esto es mobbing blogueril!

Anónimo dijo...

Y eso que yo aún no he dicho nada (del Atlántico, me refiero).

PD. Estoy hasta el gorro de la "verificación de la palabra". Por si sirve de algo. O no.

Mrs. Sarmiento dijo...

Anda, lanueva no, laotra te voy a llamar.

PD. Es que yo estaba hasta el gorro de los mensajes raros en inglés, que a veces me colgaban el ordenador y todo. Por si te sirve de consuelo, conste que a mí también me da por culo, que no me libro.

Anónimo dijo...

:D laotra, ¿me llamarán así los libros? Bueno, no voy a hacer ahora leña del árbol caído y menos teniendo en cuenta que mi idilio con el Atlántico es mucho más reciente que el de mis compañeras.

PD. Vale, acepto porculero.

Anónimo dijo...

Nena, es por tu bien, je. Evangelizadoras del Atlántico, nos van a llamar.
Hubiera preferido no quejarme la primera para que me hubiera tocado ser la otra.

Kinky dijo...

Ouch... no dejes que te gane... no dejes que te gane... aguanta... se acabara rindiendo, tu tranqui. (Es horrible no poder escribir con acentos, estos teclados yankees no tienen. chispas)