martes, 6 de mayo de 2008

Racing rat

Llegó sucia, con rastas, abandonada, vilipendiada y triste. Al principio me costó que se adaptara a una nueva vida de lujo y mimos, de hojas de lechuga iceberg y dos limpiezas semanales, dos paseos al día y recorte de puntas mensual. Pero ahora, já, ahora se nos ha vuelto una déspota, una exigente, toda una caciquilla, mi rata.
Salgo a buscarla a la terraza lanzando sonoros besitos al aire, y asoma su carilla de roedora por entre los maceteros, olisqueando el peligro, cerciorándose de que sea yo y no un halcón o un águila imperial la que emite esos sonidos. Una vez convencida, pumpumpum, mueve su culo de panadero hacia mí mientras me responde con tres o cuatro gritos irritantes.
Al llegar a su jaula, la poso suavemente sobre su cueva de madera, pero ella no tiene paciencia ninguna, ya no, y se pone a mordisquear los barrotes inmediatamente. ¡Lechuga, perra, tráeme mi lechuga!, está diciendo. Nadie más la oye, pero yo sí, y me río. Y como otra cosa no seré pero obediente un rato largo, pues allá voy, sin perder ni un segundo, hacia la nevera del taller. Arranco una hoja, la corto a trozos medianitos, y cuando llego ya me está esperando de pie, moviendo la nariz con las manitas a la altura de los dientes. No da saltos porque está redonda como una pelota. De entre todos los pedacitos, escojo el más oscuro, de la puntita de la hoja, que es lo que a ella le gusta. Pero es que la lechuga ya lleva un par de días siendo deshojada y esas puntas ya no son tan oscuras, tan apetecibles. Así que huele lo que le ofrezco, me mira, olisquea de nuevo y me vuelve a mirar, incrédula. Le vuelvo a ofrecer el mismo trozo, es lo mejor que tengo... lo siento... y casi me parece oír cómo chasquea la lengua, condescendiente. Así que la agarra, venga, va, trae... e inmediatamente la escupe al suelo de la jaula y se me queda mirando otra vez. Ahí va el resto, al plato, le digo, y le cierro la puerta.
Y da un saltito, o más bien se deja caer, mirándome de reojo. Pah... si es que soy demasiado benévola contigo, escoria, dice mientras da un dramático golpe de efecto con su flequillo cardado.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay qué mona, es una mezcla entre el demonio de Tasmania y Mónica Naranjo. Y tiene más personalidad que Firmin, a lo que parece.

Anónimo dijo...

¿Demonio de Tasmania? No, no.
A las pruebas me remito.

Anónimo dijo...

Es mona monísima, la verdad es que sí. A mí me ha robado el corazón. Además, es más lista que el hambre.
Y me súper encanta la comparación con Mónica Naranjo, je, pero coincido con lanueva en que no, demonio de Tasmania no...

Anónimo dijo...

¡El de los dibujitos, leñe!

Anónimo dijo...

Que no, que no, que no, que tampoco. Je. Leñe, eso lo dice mi padre.

Anónimo dijo...

Es que es clavadita a Mónica.
(¿Y lo que me río tocando las narices?) :-P

Anónimo dijo...

¿Todo bien, flor?

Anónimo dijo...

Te echo de menos snif.

Anónimo dijo...

la rata nos tiene jartos.
venga ya, hombre...

xaral