martes, 3 de abril de 2007

Mi corazón, un-dos, un-dos, al ritmo que decidas tú

Esta noche ha llovido tan fuerte que no podía oír los latidos de mi corazón, pumpum, pumpum, a pesar de que sí notaba la vibración de sístoles y diástoles en mi caja torácica. Sí sí. Tronaba y relampagueaba, y el ruido del agua cayendo en el techo de uralita del otro edificio era tan gravoso y grave que tenía que concentrarme apretando los ojos para poder distinguir el de los gotarrones que, escurriéndose por los salientes desde el sexto piso hasta el mío, chocaban contra mi barandilla, agudos éstos, clinclinclin. CLIN, cuando era al enganche del toldo a quien alcanzaban. Se diría que era yo quien llovía, con esa absurda impaciencia de cuando se me ocurre algo que hacer y tiene que ser ya, ya, ya; de golpe. Me gusta poner sujeto a los verbos impersonales. Si yo lloviese, lo haría siempre como anoche.
Mis perros se asustan cuando hay tormenta. Paradigma de lo ergonómico, Acho, encajado como una pieza de puzzle entre mi barbilla y mi cadera izquierda; Jeffrey en la parte posterior de mis rodillas, el hocico sobre mi cadera derecha. Como mi cama ya solo necesita una salida de emergencia, he decidido clausurar la otra, contra la pared; ahora cuando eventualmente alguien necesite escapar desde el lado derecho tendrá que trepar por encima de mí. Pero al final siempre duermo ahí, y a veces, cuando el sueño no acude, como ayer, toqueteo los recovecos del estucado, con los ojos muy abiertos. ¿Mi habitación sigue siendo rosa cuando apago la luz?
Esta mañana, temprano, los perros olisqueaban desconcertados, caminando de un lado a otro con prisas, con urgencia casi; todo el barrio virgen, sin marcar. Las esquinas; los huecos de los árboles inundados; las farolas; los parquímetros; las señales de prohibido aparcar, de prohibido girar, de prohibido. Todo nuevo, a estrenar, para ellos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Repito la frase que anoche le dejé antes de huir, pero que su hermano tubo la amabilidad de quitar para dar las buenas noches. Así pues reitero...

Señortia Vilipendia! Tengo miedo, mucho miedo, diluvia fuera y ha caído un rayo al lado de mi casa, mi monitor parpadea y me veo obligado a huir a mis sabanas...

Sí desaparezco entre tanta electricidad, sepa usted que un día... servidor fue rubio!!!

Un abrazo!

Mrs. Sarmiento dijo...

sr. trapecista, que usted un día fue rubio, y con melena, y que incluso se dio un aire a Gerard Quintana, je, es algo que no creo que olvide. Aunque le abduzcan los seres malvados del otro lado de la nieve de la pantalla del televisor.
Y es que si hay algo que caracteriza a mi hermanito es eso, la amabilidad. Juas.
Otro abrazo para usted. Uno de los gordos.