martes, 24 de abril de 2007

Salivando como los perros


Yo soy muy pesada. Es una de estas cosas (una de tantas) de las que eres consciente pero que ni puedes ni quieres evitar... Y es que en realidad es un acto de amor, de generosidad máxima, sabedlo, así que ni un solo pero quiero oír.
Sí, cuando algo me entusiasma porculeo y porculeo hasta que consigo que los demás se enganchen. Por supuesto intento tener en cuenta a quién le digo qué, que no es lo mismo recomendar un libro que una serie de televisión; la propiedad conmutativa no siempre se cumple.
Una de mis víctmas más habituales es M. Y es que lo peor que puedes hacer con alguien como yo es hacerle caso una vez. Soy como un perrillo que pide comida debajo de la mesa y le cae una miga; cuando haces pop, ya no hay stop. Así pues le insto, le recuerdo, le obligo casi constantemente a ver, leer y escuchar todo aquello que a mí me conmueve.
El domingo por la tarde quedé con él. Hablamos, entre psicoanálisis, autopsicoanálisis y análisis varios, del libro que he conseguido que lea, de la serie que he conseguido que se baje y del grupo que he conseguido que escuche. Por supuesto lo mejor de todo esto es que siempre hay reciprocidad, porque éste sí es un caso claro de conmutación. Entonces, en un momento dado charlábamos sobre David Lynch en general y sobre Twin Peaks en particular. Yo es que disfruto mucho con Lynch, con lo que hace y con cómo lo hace, pero al final siempre me queda un regusto amargo... me siento engañada, no sé. ¿Sí? ¡No! ¿Por qué? ¿Qué esperas, qué crees que te tiene que dar? Es fantástico, es genial; totalmente onírico. De hecho, ese sueño del agente Cooper, ese gran agente Cooper que es la antítesis de CSI, por dios, ésa, ésa es la escena más turbadora de la historia de la televisión; ahí está todo, todo. Y lo mejor es cuando, de repente, uno de los personajes de sus películas, por ejemplo, está en un sitio en un fotograma y al siguiente en otro totalmente distinto... como en un sueño, ¿sabes? Sublime. Ése es el momento en que Lynch le dice a la realidad que se vaya a tomar por culo...

Y claro, yo ante tal entusiasmo, ante tales argumentos, ante tal grandilocuencia... caigo rendida. A sus pies, señor M.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues no le puede retirar ni una pizca de razón. Lynch es eso.

Y señorita mía, dudo que nadie escuche nada que no quiera escuchar, pues para eso tenemos oídos y amigos.

Mrs. Sarmiento dijo...

Pues sí. Y es que además a veces el entusiasmo con el que te hablan de algo es tal que es que al final las opiniones son lo de menos. Para mí al menos.
Por otro lado, en ocasiones la cortesía obliga... jojojo...