Una razón, una cualquiera, por la que me puede llegar a encantar una canción. El absurdo. Y el hueco.
Una canción puede llegar a encantarme, si, por ejemplo, tiene un verso que dice me lo dicen hasta que ya es de noche, seguido de un silencio, y el verso siguiente es los otakus me acompañan al metro. No coche, metro. Porque sí.
Por otro lado, esta mañana he visto una rata muerta. Una rata gris y sucia con la cola larga, junto a los lujosos bloques de edificios, junto a los autobuses llenos de turistas, junto a la Sagrada Familia. Y nada cuadraba, y he pensado que quizás era una performance. Qué absurdo.
(Me pongo el hueco de la palma de la mano en la boca, los dedos hacia el lóbulo, e inspiro. Y pienso que a estas alturas soy capaz de decir que sí, que sí que quiero).
3 comentarios:
Puaj. Qué asco. Una rata muerta. Con los dentones para fuera, me imagino.
Pues los dientes no se los vi porque estaba de cara a la pared, pero vaya. A mí las ratas, más que asco, lo que me dan es miedo. Total, tampoco era tan diferente de mi Daisy... excepto por las melenas, claro.
Si estaba cara a la pared es que era una rata muy considerada. Y eso es un valor en alza.
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