miércoles, 13 de junio de 2007

Love is not a competition (but I'm winning)

Mi pereza mete diez u once discos en el emepetrés y no los cambia en un mes. A veces dos. A veces más.
Desde que mi hermano trajo el cable de punta dorada ya no pongo cedeses, le conecto el aparatito rosa y arreando. Entonces, cuando estoy limpiando, o pintándome las uñas, u observando cómo amarillea letamente el techo del comedor, aprovecho para poner esos discos con capacidad para deprimirme, porque si los escucho mientras voy en metro o al pasear a los perros lo consiguen. Y si por azar se me cuela alguno a primera hora de la mañana y no lo cambio deprisa, ay, puede marcar el carácter de mi día. En casa no, ahí pierden (suelen perder) su poder.
Pero esta mañana he venido en el metro oyendo y escuchando y cantando bajito a PJ, y nada. Parece que hay días en que soy inmune incluso a la más triste de las canciones.

3 comentarios:

nadadora dijo...

Es curioso cómo las canciones ganan y pierden poder para esto o aquello según el curso de los acontecimientos. Aunque hay algunas que nunca consiguen deprimirte.
(Al ver la foto me he acordado del concierto del FIB. Qué concierto.)

Anónimo dijo...

Eso es porque no te has puesto Lost Control de Anathema. Yo tengo prohibido ese tema. Lo escucho y lloro directamnete, da igual la situación...

Mrs. Sarmiento dijo...

nada, sí. E incluso algunas que siempre consiguen animarte. Qué bien, tres hurras por ellas. (Y qué foto, me dirás que no, guau).

trape, tú no me quieres bien, bandido. ¿Quieres que llore? De todas formas, tú es que eres muy sensible, yo en cambio soy una tipa dura. Jojo.