sábado, 22 de marzo de 2008

Domingo de procesiones II, mis domingos.

Leo este post de B. y de repente, sin querer, un mogollón de recuerdos vienen a visitarme. Porque yo he vivido siempre, siempre aquí, en este barrio, en esta casa, cerca de ese parque. Y a ese parque íbamos a bendecir la palma cuando éramos pequeños.
Mi tía Angustias me había hecho un vestido, o mi abuela Leocadia se había dejado media pensión en comprarme uno en la tienda de la Fina. No mi tía Fina, otra Fina que había antes aquí, donde ahora está la agencia de viajes. Mi hermano llevaba pantalones cortos y calcetines altos y un chichón en la cabeza; mi hermano siempre llevaba chichones porque tenía la costumbre de darse cabezazos contra la pared para castigar a mi madre cuando ella le reñía por algo. Yo me reía, pero cuando ahora lo pienso la verdad es que me parece raro de cojones, el niño, menos mal que la psicopatía desapareció en algún momento de su niñez. Yo siempre tenía celos de él, claro, siempre los tuve. Yo era la hermana mayor, coño, la nena, y tuvo que venir el mocoso, que además era guapo y gracioso hasta decir basta, y quitarme el protagonismo. En fin. Pero para esa época, la época que estoy recordando ahora mismo, cuando yo tenía ocho o nueve años y él tres o cuatro, ya se me había pasado un poco. Pero entonces llegaba el día de la palma, cuyo significado real no me interesaba en absoluto, pero que consistía en ir al parque, delante de la iglesia (nunca dentro, nunca, que mi afición por los interiores eclesiásticos llegó luego, por entonces el cristo que había nada más entrar a la izquierda, con aquellos ojos de cristal, me aterrorizaba. Yo le decía a mi abuela, pero, si la gente le quiere tanto, ¿por qué lo ponen así? Que le duele, yaya, mira qué cara pone. ¡Está llorando! ¿Por qué no lo bajan de ahí? Y ella, como si fuese la cosa más normal del mundo, me decía, es que Jesús pagó por nuestros pecados, nena, y lo hizo así, muriendo en la cruz. Y yo no podía imaginarme qué pecado podría haber cometido mi abuela Leocadia en su vida, y mucho menos yo, para que nadie tuviese que estar en una postura tan incómoda y dolorosa para el resto de la eternidad), y picar con los palmones en el suelo. Yo nunca tenía palmón, por eso estaba celosa. Yo era la nena, y la nena tenía palma, una palma fina y delicada, con polluelos amarillos colgando y trenzados complejísimos con la que, desde luego, no se podía picar. Alli estaba yo, con mi vestido nuevo y mis zapatos de charol ortopédicos porque torcía los pies, con los calcetines calados que llegaban justo hasta debajo de la rodilla y dejaban una marca que luego picaba; allí plantada, con aquella palma que no servía para nada más que para olerla, qué bien olía, viendo cómo mi hermano y mis primos pequeños competían por ver quién destrozaba más trozo de palmón. Qué injusta me parecía la vida entonces. Así que no me quedaba otra que esperar a que todo acabase y llegara el momento de ir a hacer el vermut a la bodeguita que había más arriba, junto a la antigua fábrica de cristal, esa que hoy es solo una fachada hueca que esconde un parquing detrás. Y comíamos Fritos, ganchitos, olivas y gambas saladas encima de los barriles altos que hacían las veces de mesas, y bebíamos cocacola con cafeína porque la cocacola sin cafeína todavía no existía. Y luego jugábamos a fútbol con mi padre en el descampado de atrás, con el vestido y los zapatos ortopédicos de charol, cuando mi padre todavía no era un ciborg y sus dos caderas eran de hueso de verdad.

11 comentarios:

Unknown dijo...

Qué bonito. Y qué envidia haber conocido esa bodeguita, de la cual yo sólo he podido ver la fachada hueca. ¿No te parece un milagro que todavía esté en pie, mari? Tengo que ir a hacerle fotos, que un día de éstos esos cabrones del ayuntamiento nos darán un disgusto...
Ya no me acordaba de lo de la marca que dejaban los calcetines.

Anónimo dijo...

¡Ostias, creételo, nena, me he tenido que rascar los tobillos cuando he leído lo de los calcetines!

Anónimo dijo...

Un segundito antes de empezar en este hormiguero, el de aqui, de Dublin, para decirte que me ha encantado...
Besitos
Xaral

Anónimo dijo...

(hey, y mi comentario?? se lo llevó el viento creo..)

Qué bonito todo y qué bonito son los ciborgs, sobre todo cuando ya soy una de ellos (jijiji)

Besote guapa

Kinky dijo...

Qué bonito te ha quedado. Casi casi he estado allí, de espectadora sentadita en la platea, como si de una obra de teatro se tratase. A ver si tú y la colega se dan prisa ya con lo del libro, que seguro será divertidísimo.

Anónimo dijo...

¡Dos semanas! ¿Es que llevas dos semanas sin salir de la cama o qué?

Anónimo dijo...

... y sin ducharse ni cambiarse los calcetines...

Anónimo dijo...

¿Tendríamos que llamar a Servicios Sociales, oz?

Anónimo dijo...

Llama tú anda que a mí desde aquí me sale muy caro.

Anónimo dijo...

Jejejejeje... estoy (casi) viva, don't worry. Y con nuevas historias que contar, en realidad, pero no prometo nada. Bah, para promesas estoy yo.

Anónimo dijo...

Joer pos cuenta. Encima entra para decir que tiene cosas que contar pero que no asegura si va a contarlas... ¡Habrase visto semejante descaro!