Ahí
Encerrada en la cueva con la puerta abierta, estoy ahí. Hago como la que no sabe, y dejo que mi estómago me guíe. Él nunca se equivoca; si acaso lo parece, pero qué va. Me tumbo allá donde me place y escucho a Jens Lekman y todo está bien porque mi estómago lo dice.
Entonces subo al tranvía y abro el broche que ha estado sujetando hasta ese momento el cuello de mi abrigo de lana, y respiro. Sentada en paralelo, me subo los calentadores hasta las rodillas y me quito las bambas para asegurarme de que los dedos de mis pies efectivamente siguen en su sitio.
Me giro y hago un hueco en el vaho de la ventana para mirar, todo gris y blanco sucio, lo que hay allá, afuera.
7 comentarios:
Y qué es lo que ves?
PD. I'm so glad you're back.
Es verdad, hay que dejarse guiar por el estómago, el corazón y la cabeza no tienen ni puta idea, pero los higadillos siempre saben lo que sienta bien y lo que sienta mal.
Un montón de cosas nuevas, nena. Es lo más. *)
Es como cuando pasas unos días con cagarrinas, a base de arroz blanco y pan tostado, y de repente el cuerpo te pide chocolate. Pues chocolate.
Nunca había oído la palabra cagarrina pero me la quedo.
Podías pasarte de vez en cuando aunque sea para abrir las ventanas y orear esto un poco, flor.
Que se te echa de menos.
Estoy con Ohne, que huele más a Polil y a alcanfor que otra cosa.
para ti toda, e. úsala a tu antojo, nena.
;) ea, ahora no digáis.
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