viernes, 20 de julio de 2007

Quien cree livianamente


A pesar del cinismo que pueda supurar, en verdad admiro a quien es capaz de algo por un ideal. No me refiero a renunciar a la vida, ni a un amor, ni a la más preciada de las posesiones. O sí, pero no hablo de eso. Hablo por ejemplo del momento en el que aquella mujer que no volverá a aparecer más en la historia decide que si el gobierno les abandona y nadie va a limpiar las calles, ella saldrá con su escoba y barrerá un trozo. En algún momento podríais oirme decir que es absurdo, que los ideales son una estupidez que no te aporta nada. Yo digo muchísimas gilipolleces solo por escandalizar.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo digo muchísimas gilipolleces. Así, sin más. No sólo por escandalizar.

nadadora dijo...

Mis ideales son tan diminutos que a veces es difícil verlos, pero están, son míos y son importantes, los ideales grandes a veces me dan miedo.

Yo no soy consciente de decir gilipolleces, aunque igual alguien que me haya escuchado decir según que cosas ha tenido ganas de atarme a la vía del tren (y untada de miel para que mientras me vayan comiendo las hormigas).

Mrs. Sarmiento dijo...

lanueva, yo no solo las digo por escandalizar, estoy segura de que inconscientemente también digo un montón.

nada, los míos también son pequeñitos, hasta absurdos y todo, pero ahí están. Lo importante es no quebrantarlos, creo yo.
Veo que estás buscando ideas para el momento del apocalipsis. Hum. Así me gusta, que te apliques.

nadadora dijo...

Claro que lo importante es no quebrantarlos, bajo ningún concepto, y es lo bueno de que sean diminutos, que te dejan a salvo del fanatismo.
Jojo, esa imagen precisamente no la había pensado para el miniapocalipsis, pero sí muchas otras: frigoríficos que se estropean, amas de casa expertas que queman camisas al planchar sin poder evitarlo, ruedas de bicicletas que se deshinchan, esguinces de tobillo al bajar un escalón, cajeros que no te devuelven la tarjeta, el bonobús que no funciona, la llave que se queda atascada en la cerradura, el sofrito/bacon que se quema sin posibilidad de salvación... Y todo esto pasando muchas veces y simultáneamente en ciudades de todo el mundo como Madrid, Cuenca, Sevilla, Lyon, Dubrovnik, Estocolmo, Beijing, Camberra, Baltimore o Valdosta.

Mrs. Sarmiento dijo...

No quebrantarlos y no ser chaquetera con ellos también. He dicho.
Jojojojojo... eres la personificación de la crueldad, darling. Yo tengo una así a botepronto, lluvias finísimas que empiezan justo cuando pones un pie en la calle con el pelo recién secado con secador.
Y ahora sigo con mis archivos. Grrr.

Anónimo dijo...

Mmmmmmmmm creo que más que ideales tengo lealtades. Lo de ideales me viene demasiado grande. Y la palabra lealtad me encanta. Además me suena como más doméstica.
Cada vez tengo más ganas de miniapocalipsis. Me encanta la adaptación de la desgracia universal a la idiosincrasia de cada lugar, en Cuenca se quema el sofrito, en Baltimore el bacon. Eres una ingeniera de los detalles.
Lo de decir gilipolleces por escandalizar... Si es de cuando en cuando, bueno. Pero no lo tomes por costumbre, a ver si vas a acabar como Sánchez Dragó.

nadadora dijo...

Tienes razón en lo de preferir lealtad a ideal, un día alguien me dijo que era una palabra fea y se me quedó clavado como un alfiler.
Ingeniera de los detalles, me encanta. El miniapocalipsis va tomando forma en mi cabeza, luego sólo es escribirlo.

Anónimo dijo...

¿Cuál le parecía fea, lealtad o ideal?
Vale. El día que lo hagas, te contaré el miniapocalipsis particular que tuve hace unos meses. Aunque el mío era más Almodóvar que Bauer, me temo.

nadadora dijo...

Lealtad, lealtad como cualidad. Ay.
Hecho.

Anónimo dijo...

Auch, sí. Es una de las cosas que más valoro.